Ella es Frida Ojeda. Ama de casa, profesionista y madre de tres hijos: Juan Carlos, Iker y Shanti. Licenciada en Negocios Internacionales. Hace 3 años, murió su hija Shanti, a los dos años 8 meses de edad. La llevaron a un estudio de diagnóstico, en el que la sedaron y resultó ser alérgica al medio de contraste… así que se durmió y nunca despertó.
Frida habla de haber tenido una infancia feliz y en su adolescencia, un primer quiebre con el divorcio de sus padres. En noviembre del 2000, se casa su mamá por segunda vez, y ése fue su segundo quiebre. Desde entonces, Frida comenzó una búsqueda interior de respuestas que le explicaran como funciona el mundo, que papel tenemos en él y cuál es nuestro rol en este viaje terrenal. Nunca se sintió satisfecha con lo que encontraba. La maternidad llegó a su vida siendo la experiencia más hermosa y sublime que sin duda llenó de felicidad todo su ser. Su matrimonio ha sido afortunadamente la antítesis a lo que aprendió en casa. Juan Pablo, su esposo, es su mejor amigo, su “alma gemela“, y sus tres hijos, la luz de cielo en la tierra. Shanti llegó sorpresivamente. Ella es ese apapacho al alma que los 4 llevan en el corazón aún después de este recorrido mundano. Frida define el evento de la transformación de su hija como catastrófico, catatónico, y considera que ese día murió también ella por dentro. Y paradójicamente, nos comparte que ahí comenzó su reconstrucción y transformación espiritual más significativa, poderosa y profunda que un ser humano pueda experimentar. En estos años ella, su esposo e hijos han reconstruido su alma y han aprendiendo a vivir sin miedo a morir. Ella logró descubrir la certeza de la vida después de esta vida, recorrió el camino que la llevó a saber en carne propia que siempre, en toda experiencia humana, es mayor el amor que el dolor. Vive de brazos abiertos a la vida, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo.
Junto con su esposo han creado un proyecto para contribuir al desarrollo de la consciencia, denominado “Shanti Nilaya“, que incluye una editorial con la que nos presenta su primer libro “Con el corazón en la mano“, en el habla sobre esta vida temporal cómo una pequeña parte de la historia de nuestra alma, que somos seres eternos y que jamás estamos separados, (y menos por la ausencia de un cuerpo físico) que la muerte no existe, y que esa transformación a la que estamos todos llamados a tener, es el paso amoroso para llegar a nuestro verdadero hogar. Nos comparte que no hay dolor humano más grande que el de perder un hijo, pero que el duelo se sana al resignificar la vida misma comprendiendo lo que es la “muerte“, y cita: – “Para mí, la única manera de comprender la verdadera belleza de la vida y abrazar cariñosamente la experiencia de nuestra transformación (llamada “muerte“), se resume en despertar los sentidos del alma, que están en el corazón… no en la mente.“
Ella es Frida Ojeda. Ama de casa, profesionista y madre de tres hijos: Juan Carlos, Iker y Shanti. Licenciada en Negocios Internacionales. Hace 3 años, murió su hija Shanti, a los dos años 8 meses de edad. La llevaron a un estudio de diagnóstico, en el que la sedaron y resultó ser alérgica al medio de contraste… así que se durmió y nunca despertó.
Frida habla de haber tenido una infancia feliz y en su adolescencia, un primer quiebre con el divorcio de sus padres. En noviembre del 2000, se casa su mamá por segunda vez, y ése fue su segundo quiebre. Desde entonces, Frida comenzó una búsqueda interior de respuestas que le explicaran como funciona el mundo, que papel tenemos en él y cuál es nuestro rol en este viaje terrenal. Nunca se sintió satisfecha con lo que encontraba. La maternidad llegó a su vida siendo la experiencia más hermosa y sublime que sin duda llenó de felicidad todo su ser. Su matrimonio ha sido afortunadamente la antítesis a lo que aprendió en casa. Juan Pablo, su esposo, es su mejor amigo, su “alma gemela“, y sus tres hijos, la luz de cielo en la tierra. Shanti llegó sorpresivamente. Ella es ese apapacho al alma que los 4 llevan en el corazón aún después de este recorrido mundano. Frida define el evento de la transformación de su hija como catastrófico, catatónico, y considera que ese día murió también ella por dentro. Y paradójicamente, nos comparte que ahí comenzó su reconstrucción y transformación espiritual más significativa, poderosa y profunda que un ser humano pueda experimentar. En estos años ella, su esposo e hijos han reconstruido su alma y han aprendiendo a vivir sin miedo a morir. Ella logró descubrir la certeza de la vida después de esta vida, recorrió el camino que la llevó a saber en carne propia que siempre, en toda experiencia humana, es mayor el amor que el dolor. Vive de brazos abiertos a la vida, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo.
Junto con su esposo han creado un proyecto para contribuir al desarrollo de la consciencia, denominado “Shanti Nilaya“, que incluye una editorial con la que nos presenta su primer libro “Con el corazón en la mano“, en el habla sobre esta vida temporal cómo una pequeña parte de la historia de nuestra alma, que somos seres eternos y que jamás estamos separados, (y menos por la ausencia de un cuerpo físico) que la muerte no existe, y que esa transformación a la que estamos todos llamados a tener, es el paso amoroso para llegar a nuestro verdadero hogar. Nos comparte que no hay dolor humano más grande que el de perder un hijo, pero que el duelo se sana al resignificar la vida misma comprendiendo lo que es la “muerte“, y cita: – “Para mí, la única manera de comprender la verdadera belleza de la vida y abrazar cariñosamente la experiencia de nuestra transformación (llamada “muerte“), se resume en despertar los sentidos del alma, que están en el corazón… no en la mente.“
Para mí, la única manera de comprender la verdadera belleza de la vida y abrazar cariñosamente la experiencia de nuestra transformación (llamada “muerte“), se resume en despertar los sentidos del alma, que están en el corazón… no en la mente.“
Para mí, la única manera de comprender la verdadera belleza de la vida y abrazar cariñosamente la experiencia de nuestra transformación (llamada “muerte“), se resume en despertar los sentidos del alma, que están en el corazón… no en la mente.“